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Argumento:
Cuando una película forma parte de una trilogía, y hace la número tres, un desafío importante para el cineasta es iniciarla con buen pie. Ese tercer título tiene ya a sus espaldas un pasado, un puñado de buenas vibraciones que el espectador ha vivido, pero que quizá están adormecidas. Y se hace preciso despertarlas. Peter Jackson tiene el buen tino de empezar el film recordándonos el pasado de Gollum. Esa desdichada criatura, carcomida por el deseo de poseer el Anillo único, fue tiempo atrás un tipo normal, como cualquiera de nosotros, que se llamaba Smeagol, y que sabía disfrutar de una mañana de pesca en compañía de Deagol, un buen amigo. Explicándonos cómo casualmente, al caer al agua, halló su compañero de pesca ese bonito anillo, Jackson mata dos pájaros de un tiro: nos recuerda que el Anillo está repleto de maldad, que aunque concede a quien lo posee un poder inmenso, corrompe los corazones y empuja al asesinato; y al señalarnos que Gollum no siempre fue un ser repulsivo, el espectador cae en la cuenta del peligro al que está expuesto Frodo Bolsón, el hobbit portador del Anillo. Se nos anticipa que, a pesar de sus buenas intenciones, de llevar su pesada carga hasta el Monte del Destino para destruirlo allí donde fue forjado, el atractivo creciente que emana del Anillo le está transformando: Frodo empieza a parecerse peligrosamente a Smeagol-Gollum.
El film no sólo sigue las evoluciones decisivas de Frodo, acompañado en su incursión a las tierras de Mordor por su fiel compañero Sam Samsagaz, y por el inesperado guía Gollum. Entretanto los que fueron compañeros de la Comunidad del Anillo trabajan a fondo para enfrentarse al todopoderoso ejército de Sauron, el Señor Oscuro. Saben que si Frodo fracasa, todo su esfuerzo será en vano. Pero ellos deben ganar tiempo, poner toda la carne el asador, porque todo lo que hagan es importante cara a la salvación de la Tierra Media. Hasta la más pequeña criatura tiene un papel que cumplir. Por un lado, Aragorn, el legítimo heredero de Isildur, tiene que pensar en asumir sus responsabilidades para reinar en Gondor. Con ayuda del elfo Legolas y el enano Gimli se enfrentará a mil peligros, incluido el de convocar a las tropas del rey de los muertos, que tendrá así ocasión de reparar el perjurio del pasado. El rey Theoden, librado de las malas artes de Saruman, empezará a reunir las tropas necesarias para acudir en ayuda de Minas Tirith. Merry está a su servicio, y Eowyn se destacará en el campo de batalla, siendo la mujer capaz de plantar cara a un Nazgûl. Mientras, Gandalf acude con Pippin a Gondor, para preparar la defensa de Minas Tirith. La tarea no es sencilla, pues Denethor, el Senescal, ha enloquecido de dolor desde que supo de la muerte de su muy querido hijo Boromir. Sometido al influjo de fuerzas oscuras, nunca ha sabido reconocer la valía de su otro hijo, Faramir.
Tres horas y media de espectáculo épico ofrece Peter Jackson, durante las cuales se ha de esforzar por trenzar los diferentes hilos narrativos, y lograr que, ante un espléndido y fuerte tejido, el público no se pierda. ¡Y a fe nuestra, que lo consigue! Jackson, gracias a su guión, coescrito con su mujer Fran Walsh, y con Philippa Boyens, nos lleva de un lado para otro con elegancia y precisión, entrando y saliendo de las distintas tramas justo cuando la historia lo requiere. Dice Jackson: “Los personajes principales no se encuentran ni interaccionan uno con otro, lo que es bastante extraño. Así que siempre buscábamos formas de crear conexiones que transmitieran la sensación de que los hechos están ocurriendo simultáneamente, para dar la ilusión de que, aunque no compartan el mismo espacio, existe una coherencia en el devenir de los acontecimientos.”
Las escenas de batalla son, una vez más, impresionantes. La batalla de los Campos de Pelennor, con populosos ejércitos, poderosas catapultas, o los sorprendentes olifantes, rodada en los increíbles parajes de Nueva Zelanda, tiene toda la capacidad del mundo para dejar boquiabierto al espectador más reticente. Sin embargo, Jackson usó un truco elemental para no convertir aquello en una serie de escenas de acción llamativas pero rutinarias: “Ninguna escena dura más de cinco minutos. Si no, se convierte en impersonal. Aunque los efectos sean todo lo espectaculares que tú quieras, después de unos minutos de observarlos, deja de importarte. Y tienes que empezar a fijarte en los personajes.” Tan es así, que los guionistas personalizaron incluso a uno de los orcos, con más peso que el resto: Gothmog, que apenas tiene presencia en el libro, nos presta sus ojos para ver la batalla desde el campo enemigo.
La espectacularidad del film no impide que Jackson preste una esmerada atención a los numerosos personajes. Aunque precisamente el hecho de contar con tantos, todos con peso, y evitando dar protagonismo absoluto a uno u otro, ha jugado en contra de premios y nominaciones para las actores. De los tres filmes, sólo ha habido una nominación al Oscar para el reparto: la de Ian McKellen, por su composición de Gandalf en el primer film. Pero realmente todos están estupendos, ninguno desentona: Elijah Wood como Frodo, y Sean Astin como el fiel compañero Samsagaz, que lo aguanta todo, están maravillosos. Igual que los otros dos hobbits, Billy Boyd como Pippin (también visto en Master & Commander), y Dominic Monaghan como Merry, y un envejecido Bilbo, que es Iam Holm. El que ha dado un mayor empujón a su carrera ha sido Orlando Bloom, Legolas, que ha rodado luego Piratas del Caribe y Troya; y tampoco ha salido mal parado Viggo Mortensen, que da vida a Aragorn. Luego están John Rhys-Davies (Gimli), Bernard Hill (Theoden), John Noble (Denethor), Sean Bean (Boromir), David Wenham (Faramir), Hugo Weaving (Elrond), y perdón por los que nos dejamos en el tintero. Y entre las chicas, hay tres importantes: Liv Tyler que es Arwen, la amada de Aragorn; Cate Blanchett, la dama Galadriel; y Miranda Otto, que encarna a la guerrera Eowyn.
Rematar la historia, oh, qué difícil es. Pero Jackson y cía lo consiguen. El clímax en el Monte del Destino es impresionante, se logra visualizar lo que escribió Tolkien. Y le dan un toque de sorpresa y suspense, cuando las dudas y el atractivo del mal vuelven a surgir con toda su fuerza. Después, hay varios ‘falsos’ finales (el bromista de Billy Cristal, presentador de los Oscar, decía exagerando que había recibido 11 nominaciones, tantos como finales presentaba la peli), necesarios: en la batalla, en la Comarca, en los Puertos Grises. Porque de verdad hemos llegado, como decía Frodo, al “final de todas las cosas”.
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