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Argumento:
James Bond busca a Blofeld, su enemigo mortal, para vengarse por el asesinato de su esposa. Su jefe, M, le encarga investigar a Willard Whyte, un magnate de Las Vegas que supuestamente realiza contrabando de grandes cantidades de diamantes, entre Sudáfrica y Holanda.
007 al servicio secreto de su majestad, sexta entrega de la saga del agente con licencia para matar, había recaudado en taquilla mucho menos que sus predecesoras. Los productores temían que el personaje se hubiera quedado anticuado, en una época, principios de los 70, en que triunfaban en la pantalla los antihéroes interpretados por Dustin Hoffman y Al Pacino, y películas realistas como Easy Rider, de 1969. Como George Lazenby no había cuajado, decidieron sustituirle por John Gavin. Finalmente, temerosos de un nuevo fracaso en taquilla, los responsables de la franquicia decidieron pagar lo que fuera a Sean Connery, para que volviera a encarnar al personaje. Éste había dicho que jamás volvería a ser James Bond, y además, se llevaba bastante mal con Broccoli y Salzman, los productores de 007. Pero 1.250.000 dólares de sueldo, todo un récord para la época, más un porcentaje de los beneficios, le hicieron cambiar de opinión. Además, las últimas películas que había protagonizado, no habían tenido demasiado éxito.
Guy Hamilton, director de James Bond contra Goldfinger, incorporó más humor, y un tono más irreal, que curiosamente serían la seña de identidad de las películas siguientes de la saga, protagonizadas por Roger Moore. Algunas secuencias son memorables, como el encuentro de James Bond con Blofeld y su clon.
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