El mundo nunca es suficiente

-        Año: 1999


Cartel
Argumento:

Un atentado ha terminado con la vida de Sir Robert King, y su bella hija, Elektra, corre el peligro de seguir sus pasos. A no ser que 007 se emplee a fondo para protegerla, al tiempo que va tras la pista del sanguinario terrorista Renard (un alocado Robert Carlyle, con una bala alojada en el cerebro), que ha trazado un plan para hacerse con el control mundial del negocio del petróleo. James Bond cuenta, en su lucha contra el mal, con la ayuda de la más improbable experta en ingeniera nuclear de la historia: la doctora Christmas Jones.

La fórmula James Bond –personaje creado por Ian Fleming, que tiene casi 40 años de historia en celuloide– es sencilla, conocida y eficaz en su propósito de entretener. Un villano trata de apoderarse del mundo mundial, y el superespía 007, elegante y ligón, hace lo imposible para evitarlo. En sus aventuras utiliza los más variados artilugios, proporcionados por Q, un genial inventor de armas y vehículos ultrasofisticados e hipersecretos. La serie se ha ido adaptando a los tiempos, y si ya no quedan muchos comunistas a los que combatir (la guerra fría ya es historia), siempre quedan terroristas, chiflados y magnates de las nuevas tecnologías capaces de proporcionar nuevos argumentos.

Como es habitual en la serie ‘bondiana’ la secuencia con que arranca el film es espectacular. Una persecución en Bilbao, junto al célebre museo Guggenheim, que empalma casi sin solución de continuidad con otra de lanchas, alucinante, en las aguas del Támesis. Hay además momentos de acción increíble como la persecución sobre la nieve o las explosiones en los oleoductos. El ritmo es trepidante, y es difícil no perder el resuello en algún momento del film, que firma un inesperado Michael Apted (Nell, Acción judicial).


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