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Argumento:
El film que, podría decirse, inauguró el género de las catrástofes aéreas, y cuyo modelo sigue a pies juntillas la saga Aeropuerto. Ernest K. Gann adapta su propia novela, que cuenta las vicisitudes de un avión, uno de cuyos motores empieza a fallar cuando se encuentran sobrevolando el océano en un punto de no-retorno. Antes de que esto ocurra, con suma habilidad, William A. Wellman nos ha presentado a los variopintos personajes del pasaje y la tripulación. Está el capitán de la nave, que tendrá dificultades para reaccionar, y al que pesa el alcoholismo de su esposa. El segundo de a bordo (John Wayne, magnífico en su sobriedad, que produce el film a través de su productora, y cuyo papel estaba pensado para Spencer Tracy), traumatizado por un accidente aéreo del que fue el único superviviente, y en el que murieron su mujer y su hijo. Otro oficial y una azafata. Una pareja de recién casados. Un matrimonio gafado. Un productor de Hollywood. Un humilde pescador. Un bon vivant y un marido celoso que cree que el otro le engaña con su esposa. Un niño que viaja solo. Un matrimonio que piensa en el divorcio... Y en fin, seguro que nos dejamos a alguno.
Wellman sabe contar los pequeños dramas con intensidad, apoyado por un estupendo reparto. Y al tiempo juega con el suspense, primero con pequeños síntomas de que algo podría ir mal en el avión, luego con las dudas de si deberán intentar un rescate en el mar o si llegarán a tierra, todo muy bien dosificado y perfectamente respaldado por la partitura de Dimitri Tiomkin que se llevó un Oscar, en una de las seis nominaciones a los premios que obtuvo el film.
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