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Argumento:
Durante meses, el rodaje de Titanic fue el más comentado por la prensa especializada. Y lo que se decía no era bueno: retrasos en el rodaje, superación del presupuesto, discusiones de la productora con el director, una intoxicación alimentaria, algún accidente, condiciones draconianas de trabajo... Y pese a todo, el Titanic no se hundió. Arrasó en taquilla, arrasó en los Oscar, y ahora se dispone a arrasar en el mercado del vídeo. ¿Cuál es el secreto? A posteriori es fácil decirlo: el equilibrio de una poderosa historia de amor con la espectacular recreación del naufragio del barco.
Titanic nació de la afición de James Cameron por el submarinismo. El director afirma que al sumergirse donde se hundió el Titanic “aquello me tocó emocionalmente”. Escribió entonces una historia con una idea clara: no sería la típica de catástrofes. Quería una historia de amor inolvidable, del estilo de Doctor Zhivago de David Lean. No era la primera vez que la tragedia del Titanic se recreaba en la pantalla. Existían El hundimiento del Titanic de Jean Negulesco, Oscar al mejor guión, y La última noche del Titanic de Roy Ward Baker, de estilo documental.
El film se inicia con un buscador de tesoros en barcos idos a pique, que inicia la exploración submarina más apasionante de su vida en los restos del mítico Titanic. El hallazgo del dibujo de una joven, milagrosamente conservado, le conduce a una anciana centenaria que afirma ser la retratada. Comienza el relato de un recuerdo maravilloso, un amor de juventud no compartido con nadie, que tuvo como marco el malhadado barco que en 1912 se llevó al fondo del mar 1500 personas.
El centro de la trama lo constituye el intenso amor entre dos jóvenes: Jack, inmigrante artista y aventurero, y Rose, rica y con personalidad. Por amor ambos sacrifican todo: expectativas sociales e incluso la propia vida. Jack y Rose están encarnados por Leonardo DiCaprio y Kate Winslet.
El trato desigual de los pasajeros en su salvamento habla de las diferencias de clase, tan marcadas entonces, y no superadas hoy. Junto a la solidaridad, el amor a los seres queridos y la fe para prepararse a morir, está presente el pánico y sus peores efectos. Y persiste el simbolismo del barco con respecto a la tonta vanidad humana: “El relato del hundimiento del Titanic –dice Cameron– es una advertencia sobre los peligros del mal uso de la tecnología. Considerada en sí misma, no es ni buena ni mala. El problema viene del uso que los seres humanos hacen de ella. Ahora, a las puertas del tercer milenio, hay que tener cuidado con los nuevos icebergs con los que pueden estrellarse los futuros avances tecnológicos.”
El film es un hito del cine monumental, de prodigiosos logros en el apartado técnico. Con desbordante fuerza visual, Cameron ofrece imágenes poderosas, como las transiciones de presente a pasado a través del casco herrumboso del barco hundido, que se convierte en la flamante nave recién botada. Las escenas del choque del Titanic con el iceberg, con las consiguientes rotura y hundimiento, son de inusitado realismo. Y el mar, siniestra tumba flotante, deja en el espectador una huella indeleble.
Cameron buscó autenticidad. Lo que se ve en la pantalla transmite al espectador la sensación de estar allí, ya sea junto a los restos del naufragio –el director filmó los auténticos restos bajo el mar– o en el viaje inaugural. El detallismo llevó a construir una maqueta de la nave de dimensiones casi idénticas a las originales. Se reprodujeron con fidelidad cubiertas, salas de primera clase, escotillas, escaleras y pasillos... Los efectos visuales contribuyeron al realismo. Para las escenas de mar abierto se usó una maqueta más pequeña que la mencionada; el equipo de efectos introdujo personajes filmados previamente que, multiplicados digitalmente y con el tamaño adecuado, simulaban 2000 personas en cubierta. Aguas del mar, cielo estrellado y el aliento de los personajes por la gélida temperatura, se crearon muchas veces por ordenador y se logró un ensamblaje perfecto, imposible de advertir. Las imágenes del barco partiéndose con los viajeros cayendo al mar son asombrosas.
El presupuesto del film aumentó en un 45%, hasta plantarse en 200 millones de dólares. Cameron hizo el gesto de renunciar a su sueldo como director y a su porcentaje de taquilla: quería ver su film terminado a toda costa. Y llegó el estreno. Las 3 horas y cuarto de duración no hicieron mella en un público, que se rindió ante una historia de dimensiones colosales, con romance incluido. El miedo al fracaso ya es historia. La película, sólo en cine, recaudó más de 1.800 millones de dólares en todo el mundo, 600 de ellos en EE.UU.
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