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Argumento:
Esta película de 1945 del cineasta alemán huido a Estados Unidos y que será luego perseguido por comunista, Robert Siodmak, es un excelente ejercicio de cómo rodar una película de Alfred Hitchcock sin que éste tenga nada que ver, pero el resultado es igualmente soberbio.
Helen, interpretada por Dorothy Mcguire, es una joven muda que presta sus servicios a la señora de una gran mansión (Ethel Barrymore) que se levanta en un pequeña ciudad indeterminada. La vida parece transcurrir apacible y tranquila, aunque si observamos bien a los personajes, podemos encontrar pequeñas pistas que nos inducen a pensar que bajo esa capa de paz y rutina se esconden pasiones reprimidas a punto de estallar: por ejemplo, el doctor, del que no tardamos mucho en darnos cuenta de que está enamorado de Helen, Albert o Steve, en el pasado despreciados por su padre a causa de su carácter pusilánime y débil, la criada amiga de echar unos tragos (interpretada por Elsa Lanchester, la esposa de Charles Laughton), o las verdaderas razones por las que Helen dejó de hablar…
Sin embargo, la paz que parece reinar en la casa no se extiende más allá de la puerta de la calle, porque en la ciudad un asesino anda suelto. Varias mujeres han sido asesinadas, y, misteriosamente, todas ellas parecen compartir una característica que las hace más llamativas para el criminal, y quizá el verdadero motivo por el que son asesinadas: todas ellas presentan algún defecto físico. Eso hace que Helen esté en peligro simplemente por el hecho de no poder hablar, y así será advertida por la dueña de la casa, que quiere recurrir a la policía preocupada por su seguridad. Pero el azar querrá que una fuerte tormenta descargue sobre la ciudad, que la mansión quede aislada del resto del pueblo, y que, precisamente el asesino se encuentre entre los muros de la casa…
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