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Argumento:
El Capitán Trueno es un célebre personaje de cómic creado en 1956 por el guionista Víctor Mora y el dibujante Ambros, cuyos trabajos iban en la línea de las películas de aventuras medievales para todos los públicos, como Robin de los bosques o Ivanhoe. Juanma Bajo Ulloa intentó llevar al cine sus peripecias, pero finalmente desistió por diferencias creativas con los productores. Finalmente se ha encargado de la realización Antonio Hernández, solvente artesano responsable de títulos como Lisboa, Los Borgia y En la ciudad sin límites.
Palestina en la época de las Cruzadas. Con ayuda de sus inseparables amigos Goliath y Crispín, el Capitán Trueno se enfrenta a un grupo de musulmanes en un fuerte. Allí, Trueno encuentra a un anciano moribundo que casualmente posee el Santo Grial, el cáliz que utilizó Jesucristo en la Última Cena. Le pide que lo lleve a España y lo proteja de una orden de guerreros siniestros. Le ayudan sus amigos y variopintos personajes entre los que se encuentra una atractiva princesa vikinga, Sigrid, de la que se enamora.
El cómic tenía posibilidades de dar lugar a un film de aventuras cuanto menos correcto, Hernández era una buena elección como director. Aunque el arranque despierta cierta expectación, pronto queda de manifiesto que el presupuesto no llega a cubrir las exigencias de una gran aventura en pantalla grande, y proliferan las dunas y los armamentos de plástico ridículos. El guión no parece ir a ningún sitio, y los diálogos son un despropósito. Es difícil entender cómo al considerar la opción de revisar un cómic mítico para generaciones de españoles, no se halla hilado más fino y en vez de conservar el espíritu de caballero que va deshaciendo entuertos al grito de “Santiago y cierra España” se le ha desprovisto de los rasgos más característicos de su personalidad en “favor” de una imagen más políticamente correcta, para supuestamente agradar a un público actual.
Así se nos presenta a un héroe plano sin pasado sugerente que nos pueda hacer imaginar las mil y una batallas en las que ha podido participar siempre por una misma causa, la defensa de los desvalidos bajo un pensamiento cristiano, como ideaba Mora y Ambros reflejaba en viñetas. Si la intención era evitar que se viera al Capitán Trueno como lo que algunos denominan un “facha” que respondía a la época en la que nació el personaje, ya se podrían haber estrujado un poco el cerebro para haberle dotado de mucho más carisma y subrayado los valores de astucia, valentía y en definitiva, capacidad de liderazgo en cualquier héroe que se precie. El Capitán Trueno se merecía más.
Por otro lado, los actores principales tienen cierto parecido con sus personajes en las viñetas. Sin embargo, están dirigidos con desinterés, y parecen recitar sus textos sin ninguna convicción. Al menos, es un film positivo y bienintencionado con un tono amable que puede gustar a los más jóvenes. La canción de Asfalto nos traerá seguro muy buenos momentos al final del film. Ven, Capitán Trueno, haz que gane el bueno...
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