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Argumento:
John y Jane Smith son un matrimonio convencional que vive en la tediosa monotonía diaria. Residen en un barrio adinerado, tienen un chalet confortable y todo les va bien. Pero en realidad, el uno y la otra se desconocen absolutamente, porque ambos se ganan la vida como asesinos profesionales en las dos “organizaciones” rivales más importantes de este curioso ámbito laboral. Y el señor y la señora Smith son los mejores cuando se trata de eliminar a un objetivo. Pero un día, el trabajo de uno interfiere en el del otro, de modo que, tras el estupor del descubrimiento, los dos cónyuges reciben órdenes de matar a su media naranja.
La película es una locura de principio a fin, ya que la acción más alucinante, la comedia surrealista y el romance pasional se unen de modo completamente inverosímil, ríete de Rambo en sus mejores momentos. Pero… ¿a quién le importa el guión? Está claro que en esta película tan sólo queremos ver en acción a dos de los actores más “ad-mirados” del panorama Hollywood y del papel couché, para cuyos personajes, por cierto, también fueron candidatos Nicole Kidman, Catherine Zeta-Jones, Johnny Depp o Will Smith. En fin, que ya se ve que el tirón de la fama era importante. Doug Liman, quien demostró su extraordinario manejo de la acción en El caso Bourne (2002), hace alarde otra vez de una pericia notable al rodar algunas secuencias muy brillantes y moviditas, como el juego del gato y el ratón en la casa de los Smith o el intenso tiroteo en los grandes almacenes. Y además de extraer –como era de suponer– todo el sex appeal de la pareja en alguna secuencia subida de tono, Liman también aporta cierta originalidad en unos divertidos insertos tipo psicoanálisis, que, a modo de prólogo y epílogo muestran la enorme química que existe entre Brad Pitt y Angelina Jolie, quizá las estrellas más de moda de la actualidad.
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