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Argumento:
Cámara subjetiva. Una nave se estrella sobre un planeta desconocido. El espectador cree que él mismo está cayendo. Sin necesidad de los modernos efectos, sin tener que integrar una maqueta del vehículo al escenario, y de forma barata, pero imaginativa, Franklin J. Schaffner iniciaba uno de los mejores filmes de ciencia ficción de todos los tiempos.
Cuando los tres tripulantes salen al exterior, no se imaginan lo que van a encontrar. El lugar está habitado por simios que han evolucionado más que los seres humanos, a los que utilizan como esclavos. Es inevitable mencionar uno de los finales más sorprendentes jamás rodados, lo que no debe ser leído por algún lector que no haya disfrutado de la película. Como dicen los anglosajones: cuidado, “spoiler”. Cuando el astronauta George Taylor, interpretado por el mítico Charlton Heston, descubre la estatua de la libertad medio enterrada en la arena, constata algo terrorífico. No están en otro planeta, sino en la Tierra, en un futuro en el que ha ocurrido algo, probablemente una explosión atómica, que ha hecho retroceder en la evolución al ser humano. Este mensaje fue la verdadera clave del éxito de la cinta, en plena era de neurosis nuclear, pues provocó un tremendo impacto e hizo reflexionar a los espectadores sobre los peligros de la carrera de armamento.
Convertido en un escritor de éxito con El puente sobre el río Kwai, sobre todo desde su memorable adaptación cinematográfica, el francés Pierre Boulle decidió crear una novela completamente diferente. Probó fortuna en la ciencia ficción, género que estaba experimentando un gran auge, sobre todo en Estados Unidos. Y le salió bien la jugada, pues desde que el libro se publicó en 1963, encabezó las listas de los más vendidos. El creador de la mítica serie televisiva En los límites de la realidad, Rod Serling, recibió el encargo de convertir la novela en guión, por parte de una compañía pequeña, la modesta King Brothers. Por desgracia, esta productora no podía financiar un argumento que incluía toda una ciudad futurista habitada por simios. El proyecto se habría ido al traste de no ser por el interés de uno de los ejecutivos de Fox, Arthur P. Jacobs, que sin embargo no pudo convencer a sus jefes porque la película iba a salir demasiado cara.
Fue el guionista Serling el que tuvo una idea que solucionó la situación. Se le ocurrió reescribir el guión alejándose de la trama original, que tendría lugar en una aldea prehistórica, y los simios utilizarían caballos, en lugar de sofisticados prototipos. Además, para entonces, la historia había encandilado a una estrella, Charlton Heston, y a un director de moda, Franklin J. Schaffner, lo que terminó de convencer a los mandamases de Fox. Aún así, no les gustaban los diálogos de Rob Serling, así que le encargaron reescribirlo todo a Michael Wilson, un monstruo de los guiones, autor de Lawrence de Arabia y El puente sobre el río Kwai.
Acompañaron a Heston dos actores que se hicieron populares interpretando a sendos simios buenos. Roddy McDowall era Cornelius, mientras que Kim Hunter (Un tranvía llamado deseo) encarnaba a la encantadora Zyra. Antes de cada día de rodaje, tenían que someterse a una intensa sesión de maquillaje.
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