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Argumento:
Morgenhall, un abogado que es un perfecto inútil, siempre aguarda que le llegue un caso del turno de oficio. Al fin, gracias a una triquiñuela, le toca defender a Fowle, acusado de asesinar a su esposa. Se reunirá con él en su celda, y allí saldrá a la luz la historia de un hombre patético: apocado e incapaz de soportar la risa y las bromas de su mujer, deseaba su infidelidad para poder separarse de ella, pero el destino le va a jugar una mala pasada.
Basada en una obra teatral de John Mortimer, el film de James Hill es un 'tour de force' entre Peter Sellers, el abogado, y Richard Attenborough, el acusado. El film tiene algunas buenas ideas, como el de reproducir escenas del pasado, o del futuro juicio, en una especie de decorado ficticio que se abre en la misma celda, y que permite introducir flash-backs o quimeras con bastante eficacia. Pero falta un poco de chispa a esta historia de humor negro, lo que no quita para que asome la sonrisa cuando Fowle simular ser el juez o un testigo sorpresa; en las bromas compartidas por la esposa y inquilino; o, sobre todo, en las torpezas de Morgenhall cuando llega el juicio de verdad. Aunque en este último caso, con Peter Sellers revolviendo papeles como sólo él sabe hacerlo, se pone al espectador la miel en la boca, para proporcionar, sólo, una minúscula ración.
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