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Argumento:
Bill Rago (Danny DeVito), un publicista que ha perdido su empleo, acepta a regañadientes trabajar como profesor en el ejército. El contraste entre su forma de ver la vida y la disciplina militar es total. Sin embargo, Bill se irá adaptando poco a poco a su nueva vida, y descubrirá la magia de educar a un grupo de soldados, buenos chicos, pero de escasísima cultura.
Un poeta entre reclutas hace un retrato amable del ejército, que ha prestado gustoso su colaboración. Pero va más allá. No en vano el film de Penny Marshall ha sido calificado de El club de los poetas muertos en clave castrense. Desde luego que su título en España no muestra recato alguno a la hora de subirse al carro del célebre profesor Keating. Lo cierto es que ambas películas comparten la intención de despertar en el espectador el interés por las humanidades y concretamente, en el caso que nos ocupa, por Shakespeare.
Pero la película de Marshall presenta problemas. Su metraje es a todas luces excesivo, y se tarda demasiado en entrar en materia. Hay demasiados personajes, y alrededor de cada uno de ellos se trata de elaborar una pequeña subtrama. Algunas funcionan bien, pero otras, interesantes incluso, provocan dispersión y lastran la historia. La directora recobra el ritmo en la última media hora, plena de aciertos. La obra de “Enrique V” a la que asisten los soldados, la representación de un trozo de esta obra por uno de ellos durante unas maniobras, o el examen final, demostrativo de que “Hamlet” ha enriquecido a los reclutas, son buen ejemplo de ello.
El film apunta otras sugerentes ideas. De un sargento de instrucción, Bill aprenderá a amar su trabajo, a no tomarlo como una mera obligación. El otro, a su vez, sabrá que sus hombres necesitan algo más que una preparación para el combate. Se critica además el sistema educativo americano, y sorprende ?¡vaya atrevimiento!, ¿qué pensará Oliver Stone?? que se alabe un comportamiento heroico concreto en la guerra de Vietnam.
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