Libertad

-        Año: 1929


Cartel
Argumento:

Como muestra palpable de que la libertad, en efecto, es el primer valor estadounidense, vemos a dos presidiarios, interpretados por Oliver y Hardy, fugados de la cárcel, que corren por una carretera huyendo de los guardias… Unos compinches les esperan a pocos metros en un coche donde les han preparado ropa civil con la que sustituir la delatadora vestimenta a rayas. Un coche de la policía les pisan los talones, de modo que el cambio de ropa se hace precipitadamente.

Una vez en la ciudad, bajan del coche y advierten los ya ex­-presidiarios que han intercambiado los sombreros de bombín. Se trata sólo de la primera bomba cómica, un error, en cualquier caso, fácil de remediar. La segunda es percatarse de que uno lleva los pantalones del otro y viceversa; lo que al Gordo le aprieta, al Flaco le viene grande. Es preciso poner las cosas en su lugar, pero ¿dónde, estando en el centro de la urbe con gente por todas partes? Buscando el amparo de una esquina o un callejón intentan varias veces hacer el cambio, operación que produce situaciones muy comprometidas e inciertas, que invitan al equívoco: ver a dos adultos con los pantalones a media pierna…

Intentan infructuosamente realizar su objetivo en el interior de un taxi. Al salir del coche, ajustándose las calzas, todavía de tallas desajustadas, una pareja (la muchacha es interpretada por Jean Harlow) los observa con estupefacción, echando un atento y receloso vistazo en la cabina del vehículo antes de introducirse en él.

Ocultándose tras una pila de cajas de mariscos, un cangrejo muy vivaracho se cuela accidentalmente en el interior de la anchurosa prenda que porta Stan, sin éste reparar en el detalle. Lo que sí percibe entre sorpresa y picazón son los pellizcos que le propina periódicamente el crustáceo. Oliver, ignorando la causa de los saltitos acompasados y compulsivos de Stan, le reprende que llame la atención de esa manera.

Huyendo nuevamente de la policía que los toma por pervertidos o, como mínimo, gamberros, uno de ellos saltarín, llegan al solar donde está construyéndose un rascacielos. Deciden subirse a un andamio, el más alto de la obra, donde encontrar un poco de privacidad. Allí, finalmente, logran intercambiarse los pantalones, incluido el cangrejo que pasa a hacerse un nuevo hogar entre el calzón y las carnes de Oliver, a quien le toca ahora sufrir las caricias del animal. A continuación, viene lo más difícil: lograr deslizarse por las vigas del edificio en construcción, superar el vértigo y bajar a tierra. En este punto, los paralelismos con el humor aéreo y acróbata de Harold Lloyd son notorios, aun contando con las divertidas torpezas de la pareja de cómicos más famosa de la historia del cine.

Cuando logran por fin llegar al montacargas, un policía les espera bajo, a pie de obra. El elevador, que también desciende, lo hace tan raudo que pilla al agente en la base del mismo, quedando éste aplastado. Stan y Oliver, con el campo abierto, escapan presurosos hacia la libertad. Una vez elevado de nuevo el montacargas, un enano interpretando al policía que le calló parte del mundo encima, refunfuña, patalea y maldice su mala suerte, y que se les hayan escapado los dos piezas.

Pero, ¿qué es esto de contar las películas? Esta no hay que perdérsela, caramba…


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