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Argumento:
William y Alice. Dr. Harford y señora. Lo tienen todo (belleza, riquezas, trabajo, posición, una hija encantadora…) y no tienen nada (la rutina preside sus vidas, no hay confianza mutua…). En un momento de “lucidez” (propiciada por un porro), Alice confiesa a su esposo una fantasía erótica con otro hombre, que le dominó meses atrás. Esa inesperada revelación provoca en William una mezcla de celos, despecho y sentimientos reprimidos, que le empuja a una espiral de juegos eróticos cada vez más peligrosos.
Stanley Kubrick realizador resulta siempre deslumbrante. Su detallismo, rayano en lo obsesivo, da sus frutos en la perfecta puesta en escena. La elección del reparto es acertada: además de un esforzado Tom Cruise, están bien Nicole Kidman y un estupendo Sydney Pollack, el personaje más detestable de la historia. En cuanto a estructura, quizá el perfeccionista director habría pulido más su film si la muerte no le hubiera sorprendido. Sea como fuere el film arranca con lentitud, y no acaba de encontrar del todo su senda hasta que se adentra en el terreno del thriller. Ahí seguimos a Cruise en su fascinación por una orgía muy exclusiva, a la que acuden enmascarados personajes poderosos. Kidman ha asegurado que “no necesité leer el guión. No me importaba en qué consistía la historia. Lo que deseaba era trabajar con Kubrick.” Mientras que su esposo, Cruise, dice que “Stanley no era lo que nadie se esperaba. Era una persona muy abierta.”
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