Por techo, las estrellas

-        Año: 1968


Cartel
Argumento:

Esta película alude a la situación de los dos protagonistas, unos vagabundos que lo único que anhelan es una casa donde cobijarse y asentarse (situación perfectamente resumida cuando uno de ellos le pregunta a otro: “Billy ¿A dónde vas”, este le responde: “No sé” y el primero le contesta “Espera, yo también voy allí”), nos encontramos con una curiosa película dirigida por Giulio Petroni en 1968 en la que se combina, creo, con desigual fortuna drama y comedia debido a un irregular guión de Mariano Laurenti que presenta ciertas situaciones inverosímiles, como que Harry tras haber sido el protagonista de un timo de Billy por el que pierde el oro obtenido durante seis meses de trabajo se convierta en su compañero inseparable.

El film contiene uno de los mejores comienzos, de una gran carga dramática al mismo tiempo que desoladoramente triste, que he podido disfrutar en un spaghetti, ya que, mientras suena el magnífico y melancólico tema principal compuesto por Ennio Morricone y aparecen los títulos de crédito, el protagonista se encuentra con los cadáveres de los viajeros de una diligencia, a los que hemos visto asesinar brutalmente, y tras contemplarlos con una expresión de profunda amargura los entierra con ayuda de quien se convertirá en su futuro compañero de fatigas. Simplemente impresionante.

Pero las altas expectativas que genera esta sobresaliente secuencia inicial se ven pronto defraudadas al cambiar radicalmente el tono de la película en la parte central puesto que se decanta por la comedia, anticipándose de esta forma a los numerosos spaghettis cómicos que se realizarían como consecuencia del éxito de Trinidad, principalmente, a partir de 1970. Incluso creo que se puede apreciar en ésta el germen de aquélla ya que el personaje de Bill presenta semejanzas con Trinidad mientras que muchas características de Harry (bruto, fuerte y algo cascarrabias) se repetirán en el personaje de Bambino, además de aparecer las típicas peleas de corte humorístico.

Así, en esta parte central asistiremos a las aventuras cómico-eróticas de nuestros dos protagonistas, dos picaros timadores que intentan sobrevivir en un mundo hostil a través de todo tipo de artimañas como simular un telégrafo, encandilar a una joven viuda con el objeto de hacerse con un botín (episodio cuyos gags recuerdan a las comedias sexys de los años setenta de las que Mariano Laurenti fue uno de sus máximos representantes), robar el oro transportado por un furgón de la Wells Fargo haciéndose pasar por los empleados de esta compañía o actuar junto a unos feriantes en un espectáculo.

No obstante, junto a esta trama cómica se desarrolla otra subtrama, basada en el habitual tema de la venganza, más dramática ya que a Billy, en realidad un antiguo pistolero, le persigue una banda de forajidos para acabar con él. Recobrándose el carácter más grave de la película, en una gran secuencia extraordinariamente dirigida por Petroni, a partir de la aparición con la llegada de un tren de Samuel Prat el jefe de los bandidos y padre de dos pistoleros a los que Billy mató. El contraste con la parte central vuelve a ser llamativo porque asistiremos al cruel asesinato de dos feriantes, en otra gran escena que muestra el despiadado carácter de Samuel, y al violento enfrentamiento final de los protagonistas con los hombres de Samuel muy bien resuelto y estupendamente rodado, de nuevo, por Petroni.

En cuanto a los actores, Giuliano Gemma parece cómodo en el papel de Billy, antiguo pistolero cuyo sello es disparar a sus oponentes en mitad de la frente y ahora timador que se vale tanto de su inteligencia como de su labia, simpatía y encanto para estafar a sus víctimas, muchas de ellas mujeres. Mario Adorf está perfecto como Harry el compañero de Billy, inicialmente timado por él, que sirve de contraste a éste al ser tosco, poco agraciado y con escasas luces. Junto a ellos Magda Konopka aporta su belleza en el rol de la viuda que será objeto de la seducción de Harry en el episodio, para mí, menos conseguido de la película; Federico Boido en su típico papel de pistolero psicópata como Roger Pratt que, dado su amenazante físico, no le debió requerir gran esfuerzo y un siempre inquietante Anthony Dawson que da vida Samuel Prat, el vengativo y cruel jefe de los bandidos.

En definitiva un spaghetti bastante entretenido y agradable pero con el que se perdió, para mí, la oportunidad de hacer un gran western ya que viéndolo me da la sensación de que tenían claro el principio y el final, mientras que toda la parte central, cuyo tono es totalmente diferente, parece un relleno. En todo caso creo que aunque sólo sea por la mencionada escena inicial, para mí superior a muchos spaghettis que he visto, merece la pena verlo.


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