Traición

-        Año: 1948


Cartel
Argumento:

Un atractivo drama de ese maestro de la eficiencia que fue Ulmer, quien logró excelentes filmes a lo largo de su carrera a pesar de los menguados recursos con que habitualmente contó. No es el caso de esta película, una de las pocas que dirigió disfrutando de un presupuesto más holgado, circunstancia que al menos compensaba el hecho de que el proyecto fuera en realidad un encargo, toda vez que la productora había pensado previamente en Robert Rossen como director.

La historia que se nos propone es la de un ambicioso, Horace Vendig, personaje de infancia difícil (un poco a lo Dickens) que para superar ese trauma de fracaso, mediocridad y desamparo se obsesiona con el éxito, obsesión en la que su nula empatía hacia los que le rodean le asemeja a un psicópata. En efecto, en el rumbo que Vendig ha trazado para triunfar, los que le aprecian, admiran o aman no son más que medios de los que servirse, y su interés en ellos se basa en lo que le aportan o en lo que representan, nunca en lo que son. Esta perspectiva del poderoso solitario recuerda poderosamente a la que estableciera unos años antes Orson Welles en su Ciudadano Kane, especialmente si nos centramos en las relaciones del personaje principal con las mujeres y en el progresivo alejamiento de quien había sido su único amigo, y que lógicamente, deviene en contrapunto moral.

La película se estructura a través de sucesivos flashbacks, algo muy del gusto de Ulmer, que sabe introducirlos e hilarlos con el argumento central. En cierto modo, la fastuosa fiesta benéfica que da pie a toda la narración viene a ser un ajuste de cuentas, pues en ella, que representa la cima del prestigio público de Vendig, el pasado, en forma de recuerdos y personajes, reaparece para atormentarle, para revelar sus miserias. Al igual que ocurría en la mentada obra maestra de Welles el personaje es un seductor que atrae a los demás empleando diversas estrategias, ya sean la amistad (con Vic), el amor (con sus sucesivos ligues), la ambición (con hombres de negocios) o la filantropía (con la alta sociedad y los políticos). Todo ello con el único objetivo del engrandecimiento personal, de ahí que su culminación sea la filantropía, pues cuando ya se tiene el poder que da la riqueza, se aspira a obtener el que concede el prestigio.

Del resto de personajes sobresale Mansfield, también un tiburón como el que ambiciona ser Vendig, y por eso su principal rival, finalmente vencido por mostrar una debilidad, el amor, un sentimiento al que el protagonista ha renunciado, decisión que la aparición de Mallory simboliza, al recordarle a Vendig su primera manipulación interesada.

Película de impecable realización, con apreciable fotografía en el tratamiento de los espacios, cuenta con un guión bien tramado y algunos diálogos excelentes, especialmente en los que interviene Mansfield. Las interpretaciones son en general buenas, destacando el siempre excelente Greenstreet (su escena frente al espejo es desoladora) y la actriz que interpreta a su esposa en la ficción, Lucille Bremer, que aporta una especial amargura. Zachary Scott parece algo forzado en el hieratismo de su rostro, pues si bien se trata de un intento por sugerir la falta de sentimientos del personaje, el resultado es un poco excesivo.

Con un final que remite a los comienzos del personaje (ver spoiler) se cierra esta apreciable película, un estudio moral sobre un ambicioso sin escrúpulos, que consecuentemente escogió el mundo de las finanzas como su particular lugar en la cumbre.


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