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Argumento:
La clase obrera va al paraiso es una película no sólo visualmente poderosa y visionaria, sino que también lo es temáticamente, anticipando muchos de los conflictos y problemáticas que están en boga hoy día. El consumismo presentado lateralmente y por tanto sutil y poderoso, como forma inteligente de esclavización del hombre y su consciencia como manera de llevarle a la locura y por ende al suicidio colectivo de todo un grupo humano.
Pero no, Petri no se limita a condenar las tácticas capitalistas. De hecho el factor patrón, gran capital o jefe de la fábrica siempre queda en un fuera de campo significativo. Su retrato no es necesario puesto que actuan con la coherencia necesario a su puesto. La crítica feroz es dirigida a los que sucumben. Al obrero, a la mujer que niega su condición de explotada porque trabaja y quiere ser libre. En definitiva, Petri carga contra el mito del buen obrero, contra esa ingenuidad de ciertas capas del obrerismo que apelan al diálogo y que venden cualquier mínima limosna laboral como victoria de clase.
En el fondo y en la forma La clase obrera va al paraiso es una enmienda a la totalidad a Tiempos modernos de Chaplin. Una forma de decir que no sólo no hicimos caso a su mensaje sino que ahora ya no sirve para nada, incluso resta como una pieza «naïf» y casi despreciable. No, no busquen finales felices en el film de Petri, sóo parábolas tan pesimistas como desasosegantes. Como el muro derribado, en palabras de Gian Maria Volonté, a base de mucha lucha para encontrar detrás la niebla, la confusión, la locura.
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